El
Don de Profecía
Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que paso.
ECLESIASTÉS, 3, 15
Preguntadme sobre las cosas por venir. ISAÍAS, 45, 11
La profecía es la capacidad paranormal o percepción extrasensorial que nos permite adelantarnos al futuro. Es abrir una ventana para que nuestra visión interna indague sobre las consecuencias de nuestro proceso histórico, colectivo y personal. Todos la tenemos, pero dormida o, como diríamos, en potencia. Muchas veces, esta capacidad con un grado inusual de desarrollo es algo innato, de tal manera que, no habiendo buscado su despertar, se manifiesta por si sola. Aunque suele ser esporádica (no todo el tiempo), se presenta bajo ciertas condiciones particulares que funcionan como detonantes. Existen también casos en los que, en una cierta etapa de la vida (la niñez y la adolescencia), a causa de los cambios en la edad (orgánicos o energéticos), o en situaciones criticas extremas (muerte de un familiar, o un accidente grave, o un divorcio de los padres, o una experiencia de abandono corporal consciente), incrementan o producen modificaciones internas, que se expresan en estados alterados de la conciencia, facilitando las manifestaciones proféticas. También se da el caso de aquellos que logran conectar mentalmente (telepáticamente) con entidades superiores, físicas o suprafísicas, quienes les hacen depositarios de una revelación (profecía), siempre con un propósito de beneficio positivo general, como es el de advertir para corregir. Este hecho demuestra la naturaleza benéfica de dichas entidades, ya sean maestros ascendidos, extraterrestres, ángeles o parientes fallecidos (que destacaron en cuanto espiritualidad en su existencia pasada).
El futuro es la consecuencia de las decisiones tomadas en el pasado. Hay varios futuros probables, por cuanto el futuro es en si una “probabilidad” una proyección de la línea de los acontecimientos, Pero ese futuro puede ser alterado, porque si fuese inamovible e inalterable, ¿dónde estaría lo más sagrado que hemos recibido de Dios, que es nuestro libre albedrío?
La profecía puede ser vista como si tuviésemos una pantalla delante de nosotros, o como una visión en nuestra mente; también puede ser sonada o sentida, como una profunda angustia, o también como una incomprensible alegría. En estos casos llega a ser una sensación tan honda, que inmediatamente solemos empezar a relacionar hacía donde se orienta dicho sentimiento o, como decimos comúnmente, tratamos de explicarnos el origen o naturaleza de dicho « palpito».
En la Antigüedad, en Grecia, concretamente en la localidad de Delfos (monte Parnaso), había un pequeño santuario dedicado a la diosa Tierra (Gea), que con el tiempo adquirió gran renombre por ser el centro de la adivinación y la profecía. En el lugar había una extrañísima piedra cónica que muchos intentaron robar, pero que inexplicablemente nunca pudieron. Los griegos llamaban a esa piedra omphalós (“ombligo”), por cuanto marcaba el sitio que era considerado el ombligo del mundo (°) antiguo. Muy unido al culto de la madre Tierra, estaba la presencia en el lugar de una serpiente pitón (probablemente traída de África), primera guardiana y sacerdotisa de la piedra sagrada del oráculo y que, según la mitología, fue muerta por Apolo. Este se apodero del santuario y desde entonces la responsabilidad de predecir recayó en la Pythia (pitonisa), quien debía beber del agua de la fuente Casotis, masticar hojas de laurel e inhalar el gas tóxico que salía de una grieta de la montaña, para luego, sobre un caldero de bronce lleno de agua, ver el futuro. Aunque se dice que luego caía en éxtasis, corría hacia la piedra del ombligo o hacia la llamada piedra de la Sibyla, para luego desde allí, dar respuestas crípticas a las preguntas que se le hacían, y que posteriormente los sacerdotes tenían que interpretar.
En Sudamérica también había un oráculo muy importante, ante el que desfilaban los peregrines de los diversos remos, llevando ofrendas y procurando respuesta a las diversas inquietudes de su pueblos, caciques y gobernadores. Este centro ceremonial, de casi dos mil años de antigüedad, se llamaba Pachacamac. Pacha era la Tierra, y camay, el creador, por tanto, era el centro cultista dedicado al “Creador de la Tierra” y al “Señor de los Temblores” y que los incas respetaron incorporándolo a su panteón de dioses. A la llegada de los conquistadores españoles, el lugar aun era un centro muy importante de consulta.
(°)El ombligo del mundo forma parte de otra arraigada tradición esotérica que se popularizó a ambos lados de los océanos Atlántico y Pacífico. Además del «omphalos» griego, también en la Isla de Pascua, a 4 000 Km de las costas de Chile, se llamaba a su tierra te pitokuna, “la piedra ombligo”. Para los incas de Cuzco (Perú) su ciudad era el ombligo del mundo. Mientras, en Bolivia, la antigua ciudad de Tiahuanaco tenía un sentido similar. Según explicó el padre Bernabé Cobo en 1610, Tiahuanaco procede de la palabra taypicala que significa «la piedra del centro». ¿A qué misteriosa piedra se refieren todas estas tradiciones? ¿A otra “lapsit ex coelis” como la que describíamos al hablar de la esmeralda de Lucifer? ¿A una piedra extraterrestre?
Sus ruinas se encuentran a unos veinticinco kilómetros al sur de la ciudad de Lima (Perú), al lado del fértil valle de Lurín y situadas estratégicamente frente al mar. Es un lugar entre cerros desérticos, donde se edifico una impresionante ciudad de pirámides de adobe, que llego a tener 50 000 habitantes. Una de aquellas pirámides estaba dedicada al dios Pachacamac o Ismay, y tenia forma de laberinto ascendente. En lo más alto estaba el santuario, un lugar al que no podía llegar cualquiera, y en; el que el sacerdote (que había recibido previamente las consultas de los peregrinos en la gran plaza don¬de la gente aguardaba las respuestas) entraba pasando por una puerta revestida de laminas de oro y plata, y de la que colgaban cantidad de conchas marinas o “mullu” (de gran valor ritual y económico que eran traídas de Ecuador). Dentro del santuario había un oscuro ídolo de madera de lúcumo (de estilo Tiahuanaco-Huari), que tenia apariencia humana. A el se le hacían las consultas, y otros sacerdotes detrás, amparados en la penumbra del santuario, contestaban en nombre del dios (previamente habían consumido algún tipo de planta alucinógena que les permitía conectar con otros planos y contar con la ayuda de los elementos de la naturaleza).
Algunas civilizaciones extraterrestres que vienen visitando la Tierra desde tiempos inmemoriales han buscado a personas sensibles y perceptivas, con una cierta moralidad (algunas veces llamados profetas), para hacerlos depositarios de un mensaje y de una serie de advertencias, que funcionan como profecías o revelaciones procurando orientar a la humanidad hacia un estado superior. A través de esos mensajes se ha reiterado en varias oportunidades que el ser humano puede cambiar el futuro negativo, y que el hecho de conocer las profecías es una suerte de advertencia para corregir los desaciertos, porque generando nuevas causas positivas se puede modificar cuanto ha sido anunciado. Y cualquier modificación -como decíamos antes-, por mínima que sea, traería consigo un futuro diferente.
Un caso que demuestra lo anteriormente mencionado se relata en la historia bíblica del profeta Jonás, quien es convocado por Yavé a profetizar en Nínive. El debía hacer un llamamiento a la gente al arrepentimiento y a la conversión, por cuanto la negatividad venia creando un estado mental colectivo que estaba atrayendo grandes calamidades a esa ciudad, donde residía la comunidad israelita deportada por los asirios. Al principio, Jonás no quiso aceptar dicho encargo por temor a la gente y al rey de los asirios, y huyo en un barco a Tarsis (España – cerca de la actual Cádiz) Pero en el camino hubo una gran tormenta y se lo trago una ballena muy sospechosa (probablemente, un osni, es decir, un objeto submarino no identificado. Recordemos que las naves extraterrestres tienen autonomía de movimiento tanto en el aire como debajo del agua). Después de tres días, en que los extraterrestres habrían procurado persuadirlo de colaborar, Jonás se convenció de que tenia que hacer la labor de profetizar y advertir, y genero en el rey y en la gente que lo escucharon un profundo temor y una genuina conversión, y no llego a producirse nada de cuanto había sido anunciado.
Lo que ocurrió con Jonás nos recuerda que los visitantes del cosmos no deben intervenir (pueden, pero no deben) directamente en nuestro proceso; en el pasado lo hicieron (cometiendo muchos errores y arbitrariedades), pero poco a poco las cosas han cambiado, y ha llegado el tiempo en que la mejor ayuda es no interferir.
Recordemos que el don de profecía, como todas las facultades psíquicas, es inherente al ser humano. Están dentro de nosotros, dormidas; no las hemos desarrollado por ignorancia o por falta de estimulo. Durante siglos, los gobernantes, políticos y religiosos han satanizado las facultades psíquicas o la percepción extrasensorial porque no les conviene una sociedad en la que la gente pudiese leerse el pensamiento o verse el aura (campo magnético o cuerpo bioplasmático del individuo donde se ve su mayor o menor avance evolutivo). Esta seria una sociedad sin mentira ni falsedad, donde no habría jueces, policías ni delincuentes; donde no se podría prometer lo que no se va a cumplir, ni señalar con el dedo a nadie cuando uno tiene semejante viga dentro de sus propios ojos.
Para desarrollar la percepción extrasensorial, incluyendo el don de profecía o la premonición (advertir desgracias) o la precognición (anticiparse a cualquier suceso), lo que se requiere es saber que de hecho esto existe, creer que uno puede llegar a desarrollarlo y querer poder hacerlo, asumiendo una disciplina mínima que nos permita estimular su manifestación. Para esto se recomienda la práctica y disciplina de técnicas de respiración, relajación, concentración y meditación, acompañados de ejercicios específicos de proyección mental.
Estamos entrando en la muy mentada Era de Acuario, era de luz y conocimiento, paradójicamente también de confusión y de desinformación. Es una época en la que hay que revalorizar los símbolos que actúan como activadores de nuestra conciencia. Algunos de estos activadores son las profecías.
En la actualidad circulan un sinfín de profecías verdaderas y falsas que hablan del fin del mundo, del final de los tiempos, del cambio de ciclo planetario, de la variación del eje terrestre, de la tercera guerra mundial, de tres días de oscuridad, de la invasión de los extraterrestres, etcétera. Y en este sentido, la desinformación transita por los medios que deberían orientar y esclarecer, como son los diarios, revistas especializadas y hasta en Internet.
Hoy sabemos más que nunca, a través de todos los mensajes revelados serios y responsables, que el mundo no se va a acabar, sino que va a transformarse, y que las profecías no hablan realmente del fin del mundo, sino de un “final de los tiempos”. Pero, para que haya un fin de los tiempos, debe haber más de un tiempo. En ese sentido, los extraterrestres nos han venido hablando en los mensajes, desde hace más de un cuarto de siglo, de que nuestro mundo y la humanidad se encontrarían en un tiempo alternativo, diferente del Real Tiempo del Universo con el que deberá reconectarse pronto, para lo cual nos estaríamos acercando vertiginosamente a ese momento. Según los Guías, hace millones de años de los nuestros, el planeta habría sido destruido a causa de una lluvia meteórica, tras la cual se extinguió la incipiente vida que existía. Y como ellos tienen la tecnología necesaria para moverse a través del tiempo y del espacio, viajaron con autorización de la Gran Hermandad Blanca del Universo por pliegues cósmicos o túneles interdimensionales hasta aquí; llegaron antes de que se produjera la catástrofe, y la impidieron creando con esto un tiempo alternativo, una paradoja espaciotemporal. Se dieron entonces las condiciones idóneas para establecer aquí un laboratorio de experimentación que les permitiera sembrar la vida y programar el surgimiento de vida inteligente, para que más adelante apareciera aquí una civilización bajo patrones de conducta diferentes a los suyos, o con variaciones significativas, capaz de lograr niveles de evolución superiores, que les sirviesen a los Hermanos Mayores de inspiración para confrontarlos con el suyo propio, que estaría afectado de una suerte de estancamiento evolutivo. Esto explicaría por que muchas veces las naves se materializan y se desmaterializan viniendo de otro espacio-tiempo.
Existen profecías y espíritus de profecía que nos hablan de todo esto. En las citas que he mencionado al inicio del capitulo, se habla de como el futuro esta escrito: .”. y lo que ha de ser, fue ya...” (Eclesiastés 3, 15). Como que las cosas ya ocurrieron y se están volviendo a dar, como una segunda oportunidad; es mas, hasta se pide que se consulte: “preguntadme sobre las cosas por venir...” (Isaías 45, 11). Pero la profecía estaba reservada para los profetas y sacerdotes ungidos para ello; cualquiera podría recibir o canalizar, pero no todos están preparados para hacerlo bien, con responsabilidad, una adecuada moralidad y ética, y sobre todo saber interpretar.
Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que paso.
ECLESIASTÉS, 3, 15
Preguntadme sobre las cosas por venir. ISAÍAS, 45, 11
La profecía es la capacidad paranormal o percepción extrasensorial que nos permite adelantarnos al futuro. Es abrir una ventana para que nuestra visión interna indague sobre las consecuencias de nuestro proceso histórico, colectivo y personal. Todos la tenemos, pero dormida o, como diríamos, en potencia. Muchas veces, esta capacidad con un grado inusual de desarrollo es algo innato, de tal manera que, no habiendo buscado su despertar, se manifiesta por si sola. Aunque suele ser esporádica (no todo el tiempo), se presenta bajo ciertas condiciones particulares que funcionan como detonantes. Existen también casos en los que, en una cierta etapa de la vida (la niñez y la adolescencia), a causa de los cambios en la edad (orgánicos o energéticos), o en situaciones criticas extremas (muerte de un familiar, o un accidente grave, o un divorcio de los padres, o una experiencia de abandono corporal consciente), incrementan o producen modificaciones internas, que se expresan en estados alterados de la conciencia, facilitando las manifestaciones proféticas. También se da el caso de aquellos que logran conectar mentalmente (telepáticamente) con entidades superiores, físicas o suprafísicas, quienes les hacen depositarios de una revelación (profecía), siempre con un propósito de beneficio positivo general, como es el de advertir para corregir. Este hecho demuestra la naturaleza benéfica de dichas entidades, ya sean maestros ascendidos, extraterrestres, ángeles o parientes fallecidos (que destacaron en cuanto espiritualidad en su existencia pasada).
El futuro es la consecuencia de las decisiones tomadas en el pasado. Hay varios futuros probables, por cuanto el futuro es en si una “probabilidad” una proyección de la línea de los acontecimientos, Pero ese futuro puede ser alterado, porque si fuese inamovible e inalterable, ¿dónde estaría lo más sagrado que hemos recibido de Dios, que es nuestro libre albedrío?
La profecía puede ser vista como si tuviésemos una pantalla delante de nosotros, o como una visión en nuestra mente; también puede ser sonada o sentida, como una profunda angustia, o también como una incomprensible alegría. En estos casos llega a ser una sensación tan honda, que inmediatamente solemos empezar a relacionar hacía donde se orienta dicho sentimiento o, como decimos comúnmente, tratamos de explicarnos el origen o naturaleza de dicho « palpito».
En la Antigüedad, en Grecia, concretamente en la localidad de Delfos (monte Parnaso), había un pequeño santuario dedicado a la diosa Tierra (Gea), que con el tiempo adquirió gran renombre por ser el centro de la adivinación y la profecía. En el lugar había una extrañísima piedra cónica que muchos intentaron robar, pero que inexplicablemente nunca pudieron. Los griegos llamaban a esa piedra omphalós (“ombligo”), por cuanto marcaba el sitio que era considerado el ombligo del mundo (°) antiguo. Muy unido al culto de la madre Tierra, estaba la presencia en el lugar de una serpiente pitón (probablemente traída de África), primera guardiana y sacerdotisa de la piedra sagrada del oráculo y que, según la mitología, fue muerta por Apolo. Este se apodero del santuario y desde entonces la responsabilidad de predecir recayó en la Pythia (pitonisa), quien debía beber del agua de la fuente Casotis, masticar hojas de laurel e inhalar el gas tóxico que salía de una grieta de la montaña, para luego, sobre un caldero de bronce lleno de agua, ver el futuro. Aunque se dice que luego caía en éxtasis, corría hacia la piedra del ombligo o hacia la llamada piedra de la Sibyla, para luego desde allí, dar respuestas crípticas a las preguntas que se le hacían, y que posteriormente los sacerdotes tenían que interpretar.
En Sudamérica también había un oráculo muy importante, ante el que desfilaban los peregrines de los diversos remos, llevando ofrendas y procurando respuesta a las diversas inquietudes de su pueblos, caciques y gobernadores. Este centro ceremonial, de casi dos mil años de antigüedad, se llamaba Pachacamac. Pacha era la Tierra, y camay, el creador, por tanto, era el centro cultista dedicado al “Creador de la Tierra” y al “Señor de los Temblores” y que los incas respetaron incorporándolo a su panteón de dioses. A la llegada de los conquistadores españoles, el lugar aun era un centro muy importante de consulta.
(°)El ombligo del mundo forma parte de otra arraigada tradición esotérica que se popularizó a ambos lados de los océanos Atlántico y Pacífico. Además del «omphalos» griego, también en la Isla de Pascua, a 4 000 Km de las costas de Chile, se llamaba a su tierra te pitokuna, “la piedra ombligo”. Para los incas de Cuzco (Perú) su ciudad era el ombligo del mundo. Mientras, en Bolivia, la antigua ciudad de Tiahuanaco tenía un sentido similar. Según explicó el padre Bernabé Cobo en 1610, Tiahuanaco procede de la palabra taypicala que significa «la piedra del centro». ¿A qué misteriosa piedra se refieren todas estas tradiciones? ¿A otra “lapsit ex coelis” como la que describíamos al hablar de la esmeralda de Lucifer? ¿A una piedra extraterrestre?
Sus ruinas se encuentran a unos veinticinco kilómetros al sur de la ciudad de Lima (Perú), al lado del fértil valle de Lurín y situadas estratégicamente frente al mar. Es un lugar entre cerros desérticos, donde se edifico una impresionante ciudad de pirámides de adobe, que llego a tener 50 000 habitantes. Una de aquellas pirámides estaba dedicada al dios Pachacamac o Ismay, y tenia forma de laberinto ascendente. En lo más alto estaba el santuario, un lugar al que no podía llegar cualquiera, y en; el que el sacerdote (que había recibido previamente las consultas de los peregrinos en la gran plaza don¬de la gente aguardaba las respuestas) entraba pasando por una puerta revestida de laminas de oro y plata, y de la que colgaban cantidad de conchas marinas o “mullu” (de gran valor ritual y económico que eran traídas de Ecuador). Dentro del santuario había un oscuro ídolo de madera de lúcumo (de estilo Tiahuanaco-Huari), que tenia apariencia humana. A el se le hacían las consultas, y otros sacerdotes detrás, amparados en la penumbra del santuario, contestaban en nombre del dios (previamente habían consumido algún tipo de planta alucinógena que les permitía conectar con otros planos y contar con la ayuda de los elementos de la naturaleza).
Algunas civilizaciones extraterrestres que vienen visitando la Tierra desde tiempos inmemoriales han buscado a personas sensibles y perceptivas, con una cierta moralidad (algunas veces llamados profetas), para hacerlos depositarios de un mensaje y de una serie de advertencias, que funcionan como profecías o revelaciones procurando orientar a la humanidad hacia un estado superior. A través de esos mensajes se ha reiterado en varias oportunidades que el ser humano puede cambiar el futuro negativo, y que el hecho de conocer las profecías es una suerte de advertencia para corregir los desaciertos, porque generando nuevas causas positivas se puede modificar cuanto ha sido anunciado. Y cualquier modificación -como decíamos antes-, por mínima que sea, traería consigo un futuro diferente.
Un caso que demuestra lo anteriormente mencionado se relata en la historia bíblica del profeta Jonás, quien es convocado por Yavé a profetizar en Nínive. El debía hacer un llamamiento a la gente al arrepentimiento y a la conversión, por cuanto la negatividad venia creando un estado mental colectivo que estaba atrayendo grandes calamidades a esa ciudad, donde residía la comunidad israelita deportada por los asirios. Al principio, Jonás no quiso aceptar dicho encargo por temor a la gente y al rey de los asirios, y huyo en un barco a Tarsis (España – cerca de la actual Cádiz) Pero en el camino hubo una gran tormenta y se lo trago una ballena muy sospechosa (probablemente, un osni, es decir, un objeto submarino no identificado. Recordemos que las naves extraterrestres tienen autonomía de movimiento tanto en el aire como debajo del agua). Después de tres días, en que los extraterrestres habrían procurado persuadirlo de colaborar, Jonás se convenció de que tenia que hacer la labor de profetizar y advertir, y genero en el rey y en la gente que lo escucharon un profundo temor y una genuina conversión, y no llego a producirse nada de cuanto había sido anunciado.
Lo que ocurrió con Jonás nos recuerda que los visitantes del cosmos no deben intervenir (pueden, pero no deben) directamente en nuestro proceso; en el pasado lo hicieron (cometiendo muchos errores y arbitrariedades), pero poco a poco las cosas han cambiado, y ha llegado el tiempo en que la mejor ayuda es no interferir.
Recordemos que el don de profecía, como todas las facultades psíquicas, es inherente al ser humano. Están dentro de nosotros, dormidas; no las hemos desarrollado por ignorancia o por falta de estimulo. Durante siglos, los gobernantes, políticos y religiosos han satanizado las facultades psíquicas o la percepción extrasensorial porque no les conviene una sociedad en la que la gente pudiese leerse el pensamiento o verse el aura (campo magnético o cuerpo bioplasmático del individuo donde se ve su mayor o menor avance evolutivo). Esta seria una sociedad sin mentira ni falsedad, donde no habría jueces, policías ni delincuentes; donde no se podría prometer lo que no se va a cumplir, ni señalar con el dedo a nadie cuando uno tiene semejante viga dentro de sus propios ojos.
Para desarrollar la percepción extrasensorial, incluyendo el don de profecía o la premonición (advertir desgracias) o la precognición (anticiparse a cualquier suceso), lo que se requiere es saber que de hecho esto existe, creer que uno puede llegar a desarrollarlo y querer poder hacerlo, asumiendo una disciplina mínima que nos permita estimular su manifestación. Para esto se recomienda la práctica y disciplina de técnicas de respiración, relajación, concentración y meditación, acompañados de ejercicios específicos de proyección mental.
Estamos entrando en la muy mentada Era de Acuario, era de luz y conocimiento, paradójicamente también de confusión y de desinformación. Es una época en la que hay que revalorizar los símbolos que actúan como activadores de nuestra conciencia. Algunos de estos activadores son las profecías.
En la actualidad circulan un sinfín de profecías verdaderas y falsas que hablan del fin del mundo, del final de los tiempos, del cambio de ciclo planetario, de la variación del eje terrestre, de la tercera guerra mundial, de tres días de oscuridad, de la invasión de los extraterrestres, etcétera. Y en este sentido, la desinformación transita por los medios que deberían orientar y esclarecer, como son los diarios, revistas especializadas y hasta en Internet.
Hoy sabemos más que nunca, a través de todos los mensajes revelados serios y responsables, que el mundo no se va a acabar, sino que va a transformarse, y que las profecías no hablan realmente del fin del mundo, sino de un “final de los tiempos”. Pero, para que haya un fin de los tiempos, debe haber más de un tiempo. En ese sentido, los extraterrestres nos han venido hablando en los mensajes, desde hace más de un cuarto de siglo, de que nuestro mundo y la humanidad se encontrarían en un tiempo alternativo, diferente del Real Tiempo del Universo con el que deberá reconectarse pronto, para lo cual nos estaríamos acercando vertiginosamente a ese momento. Según los Guías, hace millones de años de los nuestros, el planeta habría sido destruido a causa de una lluvia meteórica, tras la cual se extinguió la incipiente vida que existía. Y como ellos tienen la tecnología necesaria para moverse a través del tiempo y del espacio, viajaron con autorización de la Gran Hermandad Blanca del Universo por pliegues cósmicos o túneles interdimensionales hasta aquí; llegaron antes de que se produjera la catástrofe, y la impidieron creando con esto un tiempo alternativo, una paradoja espaciotemporal. Se dieron entonces las condiciones idóneas para establecer aquí un laboratorio de experimentación que les permitiera sembrar la vida y programar el surgimiento de vida inteligente, para que más adelante apareciera aquí una civilización bajo patrones de conducta diferentes a los suyos, o con variaciones significativas, capaz de lograr niveles de evolución superiores, que les sirviesen a los Hermanos Mayores de inspiración para confrontarlos con el suyo propio, que estaría afectado de una suerte de estancamiento evolutivo. Esto explicaría por que muchas veces las naves se materializan y se desmaterializan viniendo de otro espacio-tiempo.
Existen profecías y espíritus de profecía que nos hablan de todo esto. En las citas que he mencionado al inicio del capitulo, se habla de como el futuro esta escrito: .”. y lo que ha de ser, fue ya...” (Eclesiastés 3, 15). Como que las cosas ya ocurrieron y se están volviendo a dar, como una segunda oportunidad; es mas, hasta se pide que se consulte: “preguntadme sobre las cosas por venir...” (Isaías 45, 11). Pero la profecía estaba reservada para los profetas y sacerdotes ungidos para ello; cualquiera podría recibir o canalizar, pero no todos están preparados para hacerlo bien, con responsabilidad, una adecuada moralidad y ética, y sobre todo saber interpretar.
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